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FUENTE: http://442.perfil.com
El 7 de junio de 1962, un 0-0 entre Inglaterra y Bulgaria dejaba a Argentina afuera del Mundial de Chile. Por qué fue un final más que anunciado.
El equipo argentino que igualó 0-0 con Hungría. Arriba: Rogelio Domínguez, Ramos Delgado, Sacchi, Cap, Marzolini y Sainz. Abajo: Facundo, Pando, Pagani, Oleniak y Alberto González. /CeDOC
Las chances eran ínfimas. Tanto, que no faltó
quien dijera que Argentina había quedado eliminada ya el día anterior,
al empatar sin goles con Hungría. Pero no: aún cabía el milagro. Y es que eso era que una Bulgaria sin chances de clasificación venciera a Inglaterra hace exactamente 50 años, cuando el 0-0 entre esas selecciones dejaba a la Albiceleste tempranamente afuera del Mundial de Chile.
Aquel fracaso había comenzado a gestarse en realidad mucho antes de esa fase inicial que la Selección no pudo pasar, en medio de una total desorientación de quienes conducían al fútbol argentino para encauzarlo luego de la tremenda frustración que había representado cuatro años atrás otra rápida eliminación mundialista, conocida como el “Desastre de Suecia” por el terrible marcador que la produjo: Checoslovaquia 6 – Argentina 1.
Más que un simple adiós al cabo de tres partidos para una selección a la que aquí muchos veían campeona antes de jugarse el torneo, aquella vergonzosa goleada checa había significado el comienzo de una etapa particularmente negativa para el fútbol local, en la que comenzaron a gestarse muchos de sus males actuales. Y acaso la peor de esas consecuencias fue la entronización de los técnicos.
Precisamente esa importancia desmedida que se comenzó a dar a quienes hasta entonces eran simples “entrenadores” tuvo mucho que ver con que también en Chile la Selección quedara eliminada bien rápido del Mundial, aunque sin despertar en el país tanto oprobio como en el ’58. Ni, mucho menos, tanta sorpresa.
De hecho, aquel plantel argentino del ’62 había dejado el país envuelto en un aura de gran desconfianza en la propia calidad y complejo de inferioridad respecto del moderno fútbol europeo, al que se pretendía copiar mediante la contratación de técnicos estrellas como Vicente Feola, el supuesto brasileño Jim Lopes -llegado a Brasil como boxeador desde su Argentina natal con el nombre de Alejandro Galán- y el tal vez máximo responsables de aquella eliminación en Chile ’62: Juan Carlos El Toto Lorenzo.
No importaba de hecho que en ese plantel argentino hubiera excelentes jugadores como el lateral izquierdo boquense Silvio Marzolini, el racinguista Federico Sacchi o Martín Pando, habilidoso ocho de Argentinos Juniors que increíblemente sólo jugaría aquel partido final contra los húngaros. Pese a ellos y otras figuras, las expectativas en torno a esa Selección eran mínimas. Y la verdadera figura parecía ser Lorenzo, quien tomó en aquel Mundial decisiones tan insólitas como contraproducentes.
El sólo hecho de que el técnico entregara a sus jugadores papelitos con las funciones que debían cumplir daba una clara medida de ese desconcierto y ese abuso de protagonismo de los técnicos que comenzaba a padecer el fútbol argentino. Pero no fue ese el colmo al que llegó en Chile aquel espíritu tacticista, defensivo y modernoso que tan bien encarnaba Lorenzo.
Tampoco lo fue el debut de Argentina en la sede de Rancagua, en el que, tras lograr el definitivo 1-0 ante Bulgaria al minuto 4 con tanto de Héctor Facundo, el equipo buscó mucho más conservar esa ventaja que aumentarla, privándose así de una diferencia de gol mayor a la que terminó condenándolo a quedar afuera pese a igualar en puntaje a Inglaterra.
Fue justamente contra los ingleses que Lorenzo llevó a cabo su más lamentable estratagema dentro de ese Mundial, ubicando como ocho a Antonio Rattin -quien nunca había jugado en Boca en otro puesto que no fuera el de volante central- para que ejerciera sobre el gran Bobby Charlton una persecución personal totalmente improductiva, como lo demuestra el contundente 3-1 que -con Charlton como figura- los ingleses lograron en ese partido finalmente clave para que clasificaran en lugar de Argentina.
Aquella insípida selección albiceleste tendría todavía la ventaja de enfrentar a una Hungría ya clasificada tras vencer 2-1 a Inglaterra y 6-1 a Bulgaria, que preservaría en su último partido de la ronda a su centrodelantero y figura Florian Albert. Pero, a falta del rival, su propia confusión sería motivo más que suficiente para que Argentina no pudiera romper el cero en ese tercer choque y quedara virtualmente eliminada. Aunque aún hubo que esperar al día siguiente para ese final más que anunciado.
Aquel fracaso había comenzado a gestarse en realidad mucho antes de esa fase inicial que la Selección no pudo pasar, en medio de una total desorientación de quienes conducían al fútbol argentino para encauzarlo luego de la tremenda frustración que había representado cuatro años atrás otra rápida eliminación mundialista, conocida como el “Desastre de Suecia” por el terrible marcador que la produjo: Checoslovaquia 6 – Argentina 1.
Más que un simple adiós al cabo de tres partidos para una selección a la que aquí muchos veían campeona antes de jugarse el torneo, aquella vergonzosa goleada checa había significado el comienzo de una etapa particularmente negativa para el fútbol local, en la que comenzaron a gestarse muchos de sus males actuales. Y acaso la peor de esas consecuencias fue la entronización de los técnicos.
Precisamente esa importancia desmedida que se comenzó a dar a quienes hasta entonces eran simples “entrenadores” tuvo mucho que ver con que también en Chile la Selección quedara eliminada bien rápido del Mundial, aunque sin despertar en el país tanto oprobio como en el ’58. Ni, mucho menos, tanta sorpresa.
De hecho, aquel plantel argentino del ’62 había dejado el país envuelto en un aura de gran desconfianza en la propia calidad y complejo de inferioridad respecto del moderno fútbol europeo, al que se pretendía copiar mediante la contratación de técnicos estrellas como Vicente Feola, el supuesto brasileño Jim Lopes -llegado a Brasil como boxeador desde su Argentina natal con el nombre de Alejandro Galán- y el tal vez máximo responsables de aquella eliminación en Chile ’62: Juan Carlos El Toto Lorenzo.
No importaba de hecho que en ese plantel argentino hubiera excelentes jugadores como el lateral izquierdo boquense Silvio Marzolini, el racinguista Federico Sacchi o Martín Pando, habilidoso ocho de Argentinos Juniors que increíblemente sólo jugaría aquel partido final contra los húngaros. Pese a ellos y otras figuras, las expectativas en torno a esa Selección eran mínimas. Y la verdadera figura parecía ser Lorenzo, quien tomó en aquel Mundial decisiones tan insólitas como contraproducentes.
El sólo hecho de que el técnico entregara a sus jugadores papelitos con las funciones que debían cumplir daba una clara medida de ese desconcierto y ese abuso de protagonismo de los técnicos que comenzaba a padecer el fútbol argentino. Pero no fue ese el colmo al que llegó en Chile aquel espíritu tacticista, defensivo y modernoso que tan bien encarnaba Lorenzo.
Tampoco lo fue el debut de Argentina en la sede de Rancagua, en el que, tras lograr el definitivo 1-0 ante Bulgaria al minuto 4 con tanto de Héctor Facundo, el equipo buscó mucho más conservar esa ventaja que aumentarla, privándose así de una diferencia de gol mayor a la que terminó condenándolo a quedar afuera pese a igualar en puntaje a Inglaterra.
Fue justamente contra los ingleses que Lorenzo llevó a cabo su más lamentable estratagema dentro de ese Mundial, ubicando como ocho a Antonio Rattin -quien nunca había jugado en Boca en otro puesto que no fuera el de volante central- para que ejerciera sobre el gran Bobby Charlton una persecución personal totalmente improductiva, como lo demuestra el contundente 3-1 que -con Charlton como figura- los ingleses lograron en ese partido finalmente clave para que clasificaran en lugar de Argentina.
Aquella insípida selección albiceleste tendría todavía la ventaja de enfrentar a una Hungría ya clasificada tras vencer 2-1 a Inglaterra y 6-1 a Bulgaria, que preservaría en su último partido de la ronda a su centrodelantero y figura Florian Albert. Pero, a falta del rival, su propia confusión sería motivo más que suficiente para que Argentina no pudiera romper el cero en ese tercer choque y quedara virtualmente eliminada. Aunque aún hubo que esperar al día siguiente para ese final más que anunciado.
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